Informe sobre el descubrimiento de minas de cobre en el Valle de Upar.
Condiciones del contrato para explotar las minas de cobre de Valle de Upar: dineros para las fortificaciones y para el Rey.
Solicitud de envío de moros para explotar las minas de cobre de Valle de Upar.
Informe sobre el envío de artillería para Santa Marta y Río de la Hacha, las cuales, como son muy grandes y en esos sitios no hay fortificaciones, se pueden guardar en Cartagena.
Denuncia que en las Armadas Reales y Flotas llegan a Cartagena muchas personas sin licencia, con el propósito de llegar a Panamá y pasar al Perú.

Carta de don Pedro de Acuña, Gobernador de la Provincia de Cartagena, al Rey Felipe.
1. Informa que tuvo noticia de la existencia de unas minas de cobre, e hizo “diligencia en buscarlas fuera de esta Gobernación, en el Valle de Upar, y hanse hallado a opinión de los que de esto entienden, muy buenas y de dulce metal”, por lo cual ha concertado con el licenciado Hidalgo, vecino de Cartagena, que en año y medio debe entregar 770 quintales de cobre. El costo de poner este metal “a la lengua del agua en el Río Cesar, que es uno de los que se juntan con el Río Grande de la Magdalena, es de 5 ducados y 5 reales”, y afirma que ha hecho este asiento barato, y que el dinero será para la fortificación y que no debe entrar a la cuenta de la Caja Real, que el día de hoy tiene 23 o 24.000 pesos.
“Porque se entiende que las minas son caudalosas y estar vuestra majestad falto de metal, he hecho con él otro asiento”, si el Rey lo aprueba,  y es “que pase delante de tres o cuatro mil quintales en la forma que estaba, y en el mismo puesto a la lengua del agua”, a un costo de 2 reales menos por cada quintal, y que el Rey “le haga merced de darle veinte moros de las galeras de España, de edad de veinte a treinta años cada uno”, y los envíe en la próxima Flota, a 100 ducados cada uno, “puestos a riesgo de vuestra majestad aquí”. 
Le ruega avisarle lo que decida, para ponerlo en ejecución, pues “este lugar es puerto muy a propósito para poderse hacer aquí la fundición, enviando maestro y estaño, y si las minas no salieren tales, como se tiene por cierto lo serán, que el asiento (I. 1) no pase adelante” y que los moros podrán quedarse en las galeras, las cuales “están muy faltas de ellos”.
2. Comenta que el Gobernador de Santa Marta, que al presente se encuentra en Cartagena, le ha informado que se envían a Santa Marta y al Río de la Hacha, “ocho piezas de bronce” de 40, 30 y 20 quintales, y comenta que “si a vuestra majestad le hubieran hecho verdadera relación de lo que son aquellos lugarejos, y de la fuerza que tienen para poderlas defender”, no las habría enviado así, sino de 10 quintales, “porque un pataje que eche en tierra setenta o ochenta hombres los tomara”, por ello pide al Rey que depositen en Cartagena dichas piezas con “todos sus pertrechos y pólvora, para que estén guardadas hasta que vuestra majestad mande si conviniere hacer algún fuerte en que estén con seguridad”.
3. Menciona que ha informado al Rey en otras cartas el “desorden de los navíos que vienen en las Armadas y Flotas de España, de traer en ellos cantidad de gente sin licencias, a los cuales engañan los maestres de galeones y navíos llevándoles cuanto tienen, y puestos aquí, se esconden por estos montes y estancias hasta que se vuelven, y padecen los desventurados mil calamidades”. Sobre esto, el Gobernador afirma que ha hecho “diligencias extraordinarias para prenderlos”, pero en Cartagena no se bajan muchos pues su “principal intento” es viajar a Panamá y llegar al Perú y sabe que el Presidente de la Audiencia de Panamá, don Alonso de Sotomayor “hace la misma diligencia”, por lo que le informa que le escribirá sobre este mismo asunto pues “es negocio de consideración” (I. 2).