Solicitud para que se envíe a Cartagena la artillería, armas, municiones y pertrechos que se necesitan en aquella ciudad, ya sean compradas o sacadas de las armerías reales.
Solicitud para que se lleve a Cartagena la artillería, armas y municiones que llegaron a Santa Marta, hasta que se construya un fuerte en aquella ciudad, donde estén seguras.

Carta de Antonio de Ordás, Procurador General del Cabildo de Cartagena, al Rey Felipe III, en la cual menciona que en otros memoriales “ha representado a la majestad del Rey Nuestro Señor que está en gloria, la necesidad que la dicha ciudad tiene de artillería, armas y municiones para su defensa y el mucho riesgo en que por esta causa está”, por lo cual se envió persona a la Corte para suplicarle que envíe “la artillería, armas y municiones” que el Rey anterior mandó proveer y que tantas veces el Gobernador de la Provincia de Cartagena, don Pedro de Acuña, ha solicitado, “y que el precio y valor que en ello montase, quedase por hacienda de su majestad en la Caja de Cartagena, a cuenta de 24.014 pesos que en ello se mandaron librar para este efecto”, que es la cantidad que se prestaron del dinero “que está aplicado para la fortificación de la dicha ciudad … para pagar el Presidio antes que tuviese situado”. 
La respuesta que se tuvo fue que no había artillería y que “el Consejo mirase si había con qué proveer lo que era necesario para fundirla y se hiciese, y que las armas y municiones las diese don Juan de Acuña, pagándolas”, pero el Consejo no tiene “de qué proveer lo que es menester para la dicha artillería, ni tampoco la ciudad puede dar ahora los dineros que se piden por las dichas armas y municiones, porque es forzoso aguardar a que vengan en la Flota que está de partida para Tierra Firme”, y si esto se dilata mucho tiempo más, pueden seguirse muchos daños, más aún “estando el enemigo inglés en las Indias y tan cerca de aquella costa, que en seis u ocho días puede ir a la dicha ciudad”.
El Procurador Ordás suplica al Rey “mandar considerar la importancia de aquella plaza, tres veces robada y saqueada de franceses y ingleses, y que si ahora sucediese lo mismo, se despoblaría“ pues aunque el Gobernador Acuña “la tiene toda cercada y atrincherada de las murallas que se ha entendido por la planta que de ella se ha enviado, si el enemigo se apoderase de ella como se teme lo podrá hacer” (I. 71) por estar tan necesitada “de artillería y armas y las galeras (que es una de las más principales defensas que tiene), [las cuales están] desarmadas por falta de chusma y remos”, sería muy difícil sacarlos de la ciudad, y sería el enemigo quien “gozaría el fruto del gasto y excesivo trabajo que ha costado la fortificación a poner en el estado en que está”.
Para remediar este asunto, suplica mande que “don Juan de Acuña dé las armas y municiones que se han pedido y luego se envíen en un navío a la dicha ciudad de Cartagena, con algunas piezas de artillería gruesa, aunque se tomen de otras partes donde no sean tan necesarias, para que con tiempo se pueda valer de ello el dicho Gobernador y el dinero que en esto montare se puede librar al dicho don Juan de Acuña en los dichos 24.014 pesos”, pues como en las armerías y otros lugares hay “armas y municiones de vuestra majestad … sin servir por ahora”, es inconveniente esperar que vuelva la Flota para pagarlas y se acuda de esta manera “al remedio de una ciudad y puerto de tanta consideración”. 
También le suplica que ordene al Gobernador de la Provincia de Santa Marta que entregue a Cartagena tres piezas de artillería que tienen en el puerto de Santa Marta, enviadas en 1597 “con sus pertrechos, pólvora y municiones, pues allí están con notable riesgo de que las lleve cualquiera navío inglés de los que allí acuden, por no haber fuerte en que estén, ni gente que las defienda” y aunque lo hubiera, “era justo acudir al remedio de Cartagena, por ser lugar y puerto de tanta importancia, antes que al de Santa Marta,  que es de poca consideración, demás que en Cartagena (I. 62) estará segura la dicha artillería y en ella será de mucho efecto” (I. 63). 
En nota de septiembre 20 de 1598 dice que este documento debe ser revisado por el Consejo de Indias y se le avise “lo que en esto hay” y lo que sobre ello se ha proveído. 
En otra nota dice que piden “armas, artillería y municiones”, y se mencionan los señores Valtodano, Pedro Bravo Armenteros y Gonzalo de Aponte.
Fechada en Madrid, en octubre 20 de 1598, y firma el licenciado Diego Lorenzo Navarro (I. 64).