Testimonio de un Escribano Real sobre las molestias que causa el Obispo de Cartagena a los vecinos de Cartagena que viajan a Santa Fe a cualesquier negocios.
Descripción de los diversos trayectos que hay que andar y tiempos entre cada uno de ellos para realizar viajes desde Cartagena hasta Santa Fe y los peligros que enfrentan.
Solicitud para que se nombre un juez de apelaciones en Cartagena para asuntos eclesiásticos.

Alonso del Valle, Procurador de la Audiencia de Santa Fe, ante el Arzobispo del Nuevo Reino de Granada, fray Luis Zapata de Cárdenas, presentó por testigo a Alonso Sánchez de Robledo, Escribano y residente en Santa Fe, de quien “recibió juramento en forma de derecho … y … prometió de decir verdad de lo que supiere e le fuere preguntado”. 

Testimonio
Santa Fe, octubre 30 de 1581. Alonso Sánchez de Robledo, Escribano y residente en la ciudad de Santa Fe. 
El señor Sánchez declara que “ha andado muchas veces el camino que hay desde la ciudad de Cartagena a esta de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, a donde se viene en apelación de los casos y cosas que el reverendísimo Obispo de Cartagena procede contra los súbditos de su obispado”.
Declara también que desde Cartagena hay “tres jornadas por tierra hasta la Barranca del Río Grande de la Madalena y desde allí hasta el desembarcadero (I. 17) de Honda, hay veinte y cuatro jornadas por agua, que se navegan en canoas” por aquel río arriba, y de Honda a Santa Fe “hay ocho jornadas por tierra, que son todas ellas treinta y cuatro jornadas de mucho riesgo” que suelen correr los viajeros por los muchos raudales y crecientes del río.
Por eso, a partir del “primero de marzo hasta quince de junio y desde quince de agosto hasta primero de diciembre, no se navega ni anda el dicho camino” según orden de la Real Audiencia de Santa Fe, “porque los indígenas que navegan las dichas canoas tienen por orden para descansar este tiempo”.
Este testigo considera que sería muy importante si el señor Arzobispo pudiese “proveer de persona que en su nombre asistiese en la dicha ciudad de Cartagena para redimir los daños y trabajos que los súbditos del dicho obispado de Cartagena padecen, viniendo descomulgados (I. 18) muchos de ellos ante su señoría ilustrísima, como Juez Metropolitano, a buscar su remedio ante él”, además que los grandes “gastos y trabajos” que implica el viaje cesarían, si en la ciudad de Cartagena, como solución a lo mencionado hasta aquí, tuviere un juez de apelaciones, especialmente ahora, porque el Obispo de Cartagena, don fray Juan de Montalvo “es asperísimo de condición y por cosas muy leves y de muy poco momento, excomulga y trae desasosegados a los súbditos de su Obispado, haciéndolos venir a este Nuevo Reino a buscar su remedio ante su señoría ilustrísima como juez metropolitano”.
Declara que lo que ha dicho “ha visto que pasa así por vista de ojos”, y que todo ello se solucionaría si el Arzobispo pone un juez “para que remediase todas estas vejaciones y trabajos”.
Afirma que esto es lo que sabe y “es la verdad, para el juramento que tiene fecho”. Declara que tiene 42 años “poco más o menos” y lo firmó ante el Notario de la Audiencia de Santa Fe, Alonso Cortés. (I. 19).