Solicitud del Procurador de la Audiencia de santa Fe, en nombre de los Cabildos de Cartagena, Mompós y Tolú para que se nombre un juez de apelaciones en Cartagena que lleve los negocios eclesiásticos que se presenten.
Descripción y datos sobre los diversos trayectos que hay que andar y tiempos entre cada uno de ellos para realizar viajes desde Cartagena hasta Santa Fe y los peligros que enfrentan.

El señor Alonso del Valle, Procurador de la Audiencia del Nuevo Reino de Granada, en nombre del Cabildo de Cartagena y los de las villas de Tolú y Santa Cruz de Mompós, del Obispado de Cartagena, presentó la siguiente petición a don fray Luis Zapata de Cárdenas, Arzobispo de aquel reino.
Los casos ordinarios que llegan ante el Obispo de la Provincia de Cartagena se “tratan entre las personas de la dicha ciudad y villas y las demás de aquella gobernación y diócesis” y los que son “por apelación … se devuelven a vuestra señoría reverendísima como tal metropolitano”. Los litigantes, para para seguir “sus apelaciones y causas vienen o envían a este tribunal metropolitano por su remedio y justicia [y] son en ello gravemente (I. 7) … fatigados”, pues desde Cartagena hasta la Barranca de Malambo, que es donde deben embarcarse para ir por el Río Grande de la Magdalena hasta el Nuevo Reino, “hay tres jornadas de camino por tierra y desde la Barranca de Mateo Rodríguez hasta el desembarcadero de Honda, que es el camino que comúnmente se trae para esta ciudad, hay veinte y cuatro jornadas por agua”, y desde Honda hasta Santa Fe, hay “ocho jornadas por tierra”.
Adicionalmente, los trayectos que se hacen por tierra  “se pueden caminar por todo tiempo”, pero los que se navegan no, pues por las “grandes e muchas inundaciones y crecientes del … Río Grande de la Madalena, está prohibida su navegación desde primero de marzo hasta quince de junio y desde quince de agosto hasta primero de diciembre”, razones por las cuales los “litigantes, agraviados con las sentencias” que dicta el Obispado de Cartagena, “renuncian y pierden su derecho y sus causas por el temor de tan largo camino y navegación” y a los muchos trabajos y excesivos costos en que deben incurrir para seguir sus apelaciones y negocios, y muchas veces, a pesar de “tan intolerables trabajos y daños (I. 8), los oficiales “deniegan a los litigantes las apelaciones en los casos que se les deberían otorgar y mandan a sus notarios no les den los testimonios de ellas que son obligados, como ya por experiencia le consta a vuestra señoría y si los recusan, le rompen las peticiones y no se las admiten y aún por causas livianas disciernen contra ellos censuras a fin de que con la dilación del remedio … se sujeten y padezcan los agravios que el tal sufragante y sus oficiales les pretenden hacer” y como la distancia entre los lugares es tanta, cuando el Arzobispo “provee sus mandamientos inhibitorio y compulsorio, no los obedecen, dándole a ellos respuestas frívolas para que los litigantes, cansados de las idas y venidas, pierdan sus causas o gasten sus haciendas”, siendo todo ello contra lo que dispone el derecho “en favor y relevación de las costas y trabajos de los que litigan y del fin y fenecimiento de los pleitos”.
Las personas a quien representa consideran que todo ello “cesaría” y se les podría administrar “libremente justicia, si vuesa señoría reverendísima pusiese en la dicha ciudad de Cartagena su juez metropolitano, con facultad y poder bastante para recibir, conocer y determinar todos los pleitos y causas que según derecho por apelación o remisión o por otros remedios pudiese recibir, conocer y determinar, administrando a las (I. 9) partes justicia y en ello sería Dios Nuestro Señor servido y los litigantes relevados”.
Por todo lo anterior, el señor del Valle suplica al Arzobispo que una vez se tenga la información necesaria, “provea e ponga el dicho juez metropolitano … y para su mayor validación, se cite a Nicolás de Sepúlveda”, vecino de Cartagena y persona que tiene poder de fray Juan de Montalvo, Obispo de Cartagena, “para que, dando vuestra señoría en este caso al pie de ella su parecer lo remita todo a su majestad en el su Real Consejo de las Indias, para que consultado con Su Santidad, se provea en ello lo que más convenga” (I. 10).